
No sé qué me pasa últimamente, pero no me reconozco ni yo. En muy pocos días has dibujado una sonrisa en mi boca y ahora no hay goma ni tippex que la borre. Me enseñaste a caminar con la cabeza alta y ahora tengo que agacharme cuando paso por las calles con balcones bajos, por miedo a darme contra ellos.
Me has robado hasta el sueño, lo único que yo sentía como mío y ahora es todo tuyo. TDesde que te conozco tú mandas en él, ya no sueño con unicornios negros que caminan por arcoiris grises, porque cuando menos me lo espero, apareces tú y lo llenas todo de luz, una luz intensa, una luz que me ciega y que me hace entornar los ojos para poder mirarte a la cara y susurrarte un “te quiero” entre dientes.
Cosí mis labios con hilos de plata y aún así has conseguido que me lo arranque a tirones solamente por poder besar tus labios e ir bajando en una cadena de besos por tu barbilla, tu cuello y tu pecho hasta que ya no me quedan besos, porque he gastado en ti hasta los que tenía reservados para las ocasiones especiales.
Hay que ver con qué poco me has hecho ser feliz: cuatro paredes, tu compañía y la sensación de poder dar la vuelta al mundo en veinticuatro horas. Los dos llevábamos las mochilas repletas de todo lo necesario, yo llevaba mi arsenal de besos, caricias y abrazos y tú tu cariño, tus susurros y esas miradas que me hacen sentir el hombre más afortunado del mundo por tenerte a mi lado.
No sé si esto va a durar eternamente, no sé cuál es su fecha de caducidad… yo preferiría que no sea acabara nunca, pero si esto se me acaba me daría igual, porque estoy aprendiendo a aprovechar cada instante de mi vida, cada bocanada de aire que respiro, cada paso que doy, cada mirada, cada gesto… ¿magia? No, no es magia, tú me has devuelto las ganas de vivir y eso no te lo podré pagar nunca con dinero.
Por tu culpa, por tu culpa, por tu gran culpa, por ser como eres, por tratarme como me tratas, por prestarme tu mano cuando no veía el final de este túnel… pero sobre todo por tener esos ojos claros (casi transparentes) en los que un día llegué a ver el mar estando a cientos de kilómetros de la costa más cercana.