
pero todo es inútil.
Cuando me quedo solo
me quedo más solo
solo por todas partes y por ti y por mí.
No hago sino esperar.
Esperar todo el día hasta que no llegas.
Hasta que me duermo
y no estás y no has llegado
y me quedo dormido
y terriblemente cansado
preguntando.
Amor, todos los días.
Aquí a mi lado, junto a mí, haces falta.
Puedes empezar a leer esto
y cuando llegues aquí empezar de nuevo.
Cierra estas palabras como un círculo,
como un aro, échalo a rodar, enciéndelo.
Estas cosas giran en torno a mí igual que moscas,
en mi garganta como moscas en un frasco.
Yo estoy arruinado.
Estoy arruinado de mis huesos,
todo es pesadumbre.
JAIME SABINES
¿Porqué me costará tanto saber que te quiero y fingir que te odio? ¿porqué me cuesta mostrarme indiferente contigo? ¿porqué no puedo pensar que me das igual, que paso de ti, que ya no te necesito? no sé hacerlo… ¿qué me has hecho?
No quiero querer, o mejor dicho, no quiero quererte, eso no me vale de nada, es como el que intenta sembrar rosas sobre un suelo estéril lleno de piedras, sería mejor tirar los trocitos que has dejado de mí al cubo de la basura, porque al fin y al cabo acabarían dando el mismo fruto, o sea, acabarían sin dar nada.
Qué ironía, yo llorando por ti y tú vas y me llamas para llorarme por otro hombre… pero la cosa no queda ahí, porque entonces es cuando yo tengo que hacer de amigo, de confidente… yo soy el te consuela, el que te da ánimos, el que te empuja a seguir, el que te ayuda a subir mientras que yo cada vez me hundo más y más en mi vida de arenas movedizas.
Pero da igual, yo soy así, por eso no te cuelgo hasta que veo que estás bien, porque para eso estamos los “amigos” ¿no? Pero después… ¿quién me consuela a mí? ¿quién me escucha? ¿quién intenta entenderme?
La respuesta es “nadie”. Cuando te cuelgo se me hace un nudo en la garganta que ni sube ni baja y eso va a acabar matándome… y yo solo puedo llorar, sólo sé llorar, hasta que el nudo se va disolviendo poco a poco y acaba desapareciendo de mi garganta.
Al rato vuelvo a ser yo mismo, vuelvo a ser el que finge ser fuerte, el que se miente a sí mismo, el que se acaba conformando con lo que tiene por no saber luchar por lo que quiere.
¿Ves? Después de escribirte todo esto creo que ya sé por qué me cuesta tanto fingir que te odio, que me das igual, que no te necesito… quizás sea porque te echo de menos, porque te extraño… porque te quiero.